Del deseo que nos ilumino...
su llama se apago
bajo la luz de la luna
todo aquello que iluminaba
nuestra esencia.
Se fue difuminando entre la niebla
que nos rodeaba a cada respiración.
Las llamas que nos calentaban
noche tras noche se fueron muriendo
dejando nuestros cuerpos inertes
mientras nuestras almas se escurrían
buscando la redención de sus pecados.
En suelo solo quedaban rescoldos
que la niebla va amando lentamente
hasta hacer de ellos solo ceniza
que se fundirán con nuestros huesos
débil carne devorada por el olvido.
Del ébano de la desolación...
la tristeza de sueños sin cumplir
nacerán un rosal y una hiedra,
Rosal de pétalos negros
espinas infectadas de saliva
que un día fue mi alimento
Hiedra roja como la sangre
que un día fue tu alimento.
Rosal e Hiedra
tapizan un suelo corroído
por el gusano del tiempo.
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